Estas son las playas de la Costa de Michoacán, donde encuentras, tanto aguas tranquilas que puedes disfrutar en familia, como imponentes olas que aventuran a la práctica del surf y, en cualquier caso… ¡Para enamorarse!
Son 213 kilómetros de sol, arena y mar, con diversidad de bahías, dónde pasar unas vacaciones inolvidables, entre maravillosos paisajes y atractivos naturales que motivan a explorar todas sus bellezas, repletas de vegetación y fauna exuberantes. Además, sus comunidades poseen una imperdible riqueza cultural y gastronómica, al igual que actividades de ecoturismo y deportes acuáticos.
El Puerto de Lázaro Cárdenas, comienza el recorrido en el extremo sur del estado, colindante con Guerrero y a 310 kilómetros de distancia de la ciudad de Morelia -vía la Autopista Siglo XXI-. Se caracteriza por la fabricación de acero de primera categoría a nivel mundial, por lo que se ha posicionado como el más importante de América Latina y el tercero en el continente. Ahí se recomienda visitar el Palacio Municipal, el Monumento al Minero, el Muelle de Pescadores, el malecón del río Balsas -con avistamientos de cocodrilos- y la Catedral de Cristo Rey, sede de la Diócesis.
A continuación, enumeramos los destinos encadenados a partir de la localidad portuaria, con algunos datos característicos de cada uno.
–Playas Jardín y Eréndira, al cabo de un trayecto de diez minutos. De hermosos atardeceres y abundantes palmeras que rodean enramadas para comer mariscos frescos.
–Barra de Pichi, llegando a través del bulevar costero. Para emprender paseos en lancha y degustar pescado a la talla, asado a las brasas con leña de mangle.
–Playa Azul, a 24 kilómetros de Lázaro Cárdenas. Es una de las sedes de liberación de crías de tortuga marina, de las especies Laúd, Negra y Golfina. Población que rescata tradiciones típicas de música, baile y vestimenta.
–Estero o Barra del Tigre. Laguna de agua dulce que posibilita la observación de aves exóticas. Hasta el 11 de julio de 2018, ahí podía admirarse “el Betula”, embarcación noruega que encalló en 1993, pero desapareció luego de un cuarto de siglo, tras el paso del huracán Bud.
–Las Peñas, a 37 kilómetros del punto de partida, aquí comienza el litoral rocoso.
–La Soledad, bordeada de acantilados, entre ellos, uno donde se dibuja una figura parecida a un elefante. Cuenta con vestigios arqueológicos encontrados bajo la arena, y tiene fama de ser el mejor sitio para degustar platillos elaborados con camarones en la región costera michoacana.
–Caleta de Campos, a 50 kilómetros de Playa Azul. Es el segundo sitio turístico de importancia entre las playas estatales, porque se puede nadar, practicar deportes acuáticos y acampar.
–Nexpa, cinco kilómetros después. Por su extensión y todo tipo de marea es el sueño de las y los surfistas. Hay servicios de cabañas rústicas y zona de campamentos.
–Pichilinguillo, “la alberca marina en la Costa de Michoacán”. Una de las más bellas bahías, excelente para la natación y los paseos en lancha hacia las grutas, hacer esnórquel y pescar. El río del mismo nombre, contiene deliciosas aguas termales.
–Mexiquillo. Playas paradisiacas, prácticamente vírgenes y de reserva ecológica.
–Maruata. Comunidad indígena náhuatl, donde se fabrican artesanías de alfarería, textiles y equipales de maderas finas. De mar tempestuoso, paisaje siempre verde y siete islas a poca distancia que contribuyen a embellecerlo.
–Colola. Ahí se ofertan los mejores productos artesanales. Cuenta con un ecomuseo dedicado a la tortuga marina, específicamente de la especie Negra.
–Faro de Bucerías. Alberga los restos de un naufragio convertido en arrecife, rico en corales y fauna marítima, observable al practicar esnórquel y buceo.
–La Manzanillera. Ofrece la especialidad gastronómica del mar michoacano: la langosta; así como un espectáculo único de arribo de aves, cada mes de junio, en “Las pajareras”.
–Ixtapilla. Una de las sedes anuales de desove de tortugas marinas, fenómeno natural protegido por la gente del poblado.
–La Ticla. Otro lugar idóneo para surfear, hospedarse y acampar.
–Ostula. Luego de 17 kilómetros de la parada anterior. Depositaria del pasado prehispánico remoto, en conjunción con las costumbres transmitidas por los franciscanos en el siglo XVI, que resultaron en una simbiosis cultural hasta ahora vigente.
–San Juan de Alima. Desde el mirador de la carretera se consigue una vista impresionante de la playa y el inmenso Océano Pacífico.
–San Telmo. No te pierdas la comida preparada con pescados y mariscos.
–Boca de Apiza. En el extremo sur de la Costa de Michoacán, colinda con el estado de Colima, donde termina nuestro recorrido.