“La tierra tembló”, dice Win Zaw. El ganadero recuerda la reciente mañana de sol en la que escuchó acercarse a un avión militar. Luego, una explosión.
No creía que su pueblo, Pa Zi Gyi, en el noreste de Myanmar, pudiera haber sido alcanzado. Pero cuando llamó por teléfono a su esposa, se enteró de que los militares habían bombardeado el lugar donde un grupo de gente del lugar se había reunido para una comida.
Soe Nandar Nwe, su hija de 7 años, estaba ahí.
Zaw corrió al lugar del ataque. Trató de buscarla en medio de la masacre. “Busqué a mi hija entre el humo y los restos carbonizados. Sólo pensaba en encontrarla”.
Buscaba rastros de su ropa favorita: un vestido blanco de flores que llevaba ese día. Pero Zaw no encontró ni a la niña ni a su suegra, que estaba junto a su hija cuando cayó la bomba.
Los testigos de la explosión contaron a BBC que un avión militar lanzó una bomba donde la gente se había reunido para comer. Luego, un helicóptero de combate disparó contra el pueblo durante 20 minutos.
“Todavía no puedo creerlo”, dice Zaw. “¿Cómo han podido hacer esto a niños pequeños indefensos y vulnerables?”.
Myanmar, dos años después
Dos años después del golpe de Estado en Myanmar, el país se encuetra sumido en una guerra civil, y los militares ganan cada vez más espacio en su intento por reducir la resistencia a cenizas.
En el ataque del martes 11 de abril al que hace referencia Zaw, uno de los más mortiferos hasta la fecha, murieron 168 hombres, mujeres y niños. Pero no es único. El año pasado, los militares atacaron una escuela, matando a varios niños. Ese mismo mes, un bombardeo contra un recital mató a otras 50 personas.
Entre febrero de 2021 y enero de 2023, se produjeron al menos 600 ataques aéreos por parte de los militares, según un análisis de la BBC con el Proyecto de Datos de Localización (Acled, por sus siglas en inglés).
La guerra civil se ha cobrado miles de vidas, ha desplazado a 1,4 millones de personas y ha dejado a casi un tercio de la población del país necesitada de ayuda humanitaria. Las Naciones Unidas han declarado que el régimen militar podría ser responsable de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.
Los aldeas en las zonas rurales son las más afectadas. Los ataques se dirigen a ellas, porque los militares cree que están alineadas con la resistencia, que ahora está formada por grupos étnicos armados.
El régimen dijo que había atacado específicamente el pueblo de Pa Zi Gyi como respuesta a que una red informal de milicias locales, conocida como Fuerzas de Defensa Popular, o PDF, había abierto una oficina administrativa en el lugar.
El evento estaba siendo organizado para celebrar la apertura de la oficina, pero para la pequeña Soe Nandar Nwe solo era una oportunidad para lucir su vestido de flores favorito.
Hija de mi corazón
“Nunca he llamado a mi hija por su nombre, sino siempre hija de mi corazón. Ella me adoraba”, dice Win Zaw.
Una de las cosas que más les gustaba era andar en bicicleta juntos.
La noche anterior al bombardeo, Soe Nandar Nwe insistió en dormir al lado de su padre. Su último recuerdo de ella fue cuando la besó antes de irse a trabajar a la mañana siguiente. Ella seguía durmiendo.
Win Zaw dice que a su hija le encantaba ayudar a sus amigos a estudiar. “Queríamos que creciera y lograra grandes cosas para el país, porque nuestro país atraviesa un momento muy difícil”.
Esa mañana, Zaw imaginó que llegaría a casa y escucharía la música a todo volumen, porque en el pueblo no se había celebrado ni una boda desde el golpe de Estado de 2021 que derrocó a la líder electa de Myanmar, Aung San Suu Kyi.
Irían juntos al evento de celebración. Pero ella estaba tan emocionada por ir que su madre la dejó en el lugar con su abuela antes de lo previsto. Cuando empezó el ataque, estaban debajo de una carpa improvisada en el centro de celebraciones.
Esta ha sido laprimera vez que un ataque aéreo golpea Pa Zi Gyi, aunque la región de Sagaing ha sido objeto de varios ataques de este tipo.
Ye Naing perdió a sus padres y a su hija Hnin Yu Wai, de 3 años, a quien esa mañana había ayudado a aplicarse thanakha, la pintura facial hecha con corteza de árbol que tradicionalmente se lleva en las celebraciones.
La bomba fue lanzada mientras los niños comían, dice Ye Naing, que sufrió heridas de metralla. “Mi hija ni siquiera debía haber terminado un pequeño cuenco de arroz”.
“Parecía el fin del mundo o algo peor. Pero no tuve miedo. Fue inhumano y brutal. Me defenderé, junto con la gente del país, mientras sigan oprimiendo y matando a gente inocente”, afirma.
En casi todos los 200 hogares de Pa Zi Gyi, las familias perdieron a un ser querido aquel día. La gente del lugar dice que algunos sobrevivientes abandonaron sus hogares y se escondieron por el temor a más ataques. A otros les inquietan los fuertes ruidos, como los motores de las motocicletas.
“Somos pobres campesinos. ¡No miren simplemente cómo nos matan! ¿Cuántas vidas inocentes más hay que sacrificar para que actúen?”, dice Win Zaw, y se dirige al general Min Aung Hlaing, líder del gobierno militar: “Nunca lo perdonaré”.