El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, es un convencido de la urgencia de llevar adelante un gran proyecto de integración continental, tanto para aliviar las tensiones internacionales como para reducir las asimetrías en la región.
Por eso, el mandatario planteó la propuesta por primera vez en ‘A la mitad del camino’ (ed. Planeta, septiembre 2021), libro en el que sostuvo que integrar a toda la región representaba una vía para aliviar las tensiones internacionales, especialmente entre China y EE.UU.
Fortaleciendo a toda América, según López Obrador, se dejaría a un lado la “tentación” militarista de los estadounidenses, quienes no veían con buenos ojos el ascenso imparable del gigante asiático en la economía mundial.
La propuesta la llevó hasta la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se realizó en la Ciudad de México en septiembre de 2021.
Y volvió a insistir sobre esta iniciativa durante la Cumbre de Líderes de América del Norte, realizada a principios de este año, también en la Ciudad de México.
Durante ese encuentro, el político tabasqueño convocó al presidente de EE.UU., Joe Biden, a impulsar un proyecto de integración que incorporara a todos los países de la región, sin distinción alguna.
“Usted tiene la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre todos los países del Continente americano”, sentenció López Obrador en el Palacio Nacional, el pasado 9 de enero.
El Norte global, referencia de integración para López Obrador
La simpatía del presidente López Obrador hacia un proyecto de este tipo se remonta a mediados de la década de los 2000, cuando se desempeñaba como jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
En esos años, en los preparativos de la que sería su primera campaña electoral rumbo a la Presidencia, López Obrador publicó un documento, bajo el título ’50 Compromisos para recuperar el orgullo nacional’, en el que perfilaba un conjunto de propuestas de Gobierno.
En lo referente a la economía y las relaciones con el resto del mundo, López Obrador destacaba los beneficios para México en caso de materializarse el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), un proyecto de integración continental impulsado por la Administración de George W. Bush y que contaba con el aval de Vicente Fox.
Aunque se autodefine como un admirador de José Martí y Simón Bolívar, quienes aspiraron a la unidad e integración de todo el Continente fundamentadas en el respeto de la soberanía, la cooperación Sur-Sur y valores como la solidaridad internacional, el Norte global es el único referente del presidente López Obrador.
Sin embargo, el ALCA fue desechado en Mar del Plata (Argentina) en 2005 por los mandatarios surgidos de la primera ola de Gobiernos progresistas.
Los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Néstor Kirchner (Argentina) y Hugo Chávez (Venezuela), entre otros, se negaron a sumarse a la iniciativa auspiciada por la Casa Blanca.
Aunque se autodefine como un admirador de José Martí y Simón Bolívar, quienes aspiraron a la unidad e integración de todo el Continente fundamentadas en el respeto de la soberanía, la cooperación Sur-Sur y valores como la solidaridad internacional, el Norte global es el único referente del presidente López Obrador.
Para el mandatario mexicano la integración continental debe seguir los pasos de la Unión Europea que, de acuerdo con su perspectiva, ha sido un proyecto exitoso.
No solo eso, como ejemplo de cooperación internacional para el desarrollo su referencia es la Alianza para el Progreso, una iniciativa lanzada por el presidente John F. Kennedy a principios de la década de 1960.
De acuerdo con López Obrador, la última vez que EE.UU. demostró verdadera voluntad política para promover el desarrollo de los países de la región fue a través de esta Alianza. “Es lo único importante que se ha hecho“, aseguró.
A contrapelo de este planteamiento, Salvador Allende, otro de los personajes históricos a quien López Obrador dice admirar profundamente, aseguró que, si bien la Alianza intentó mejorar la imagen de EE.UU. tras el triunfo de la Revolución Cubana, sus resultados distaron mucho de ser positivos para la región.
“La Alianza para el Progreso no ha reportado más ayuda financiera para nuestro Continente. Tampoco ha implicado mayores oportunidades de participación en el comercio mundial y ni siquiera en el mercado de EE.UU.”, sostuvo Allende durante una conferencia dictada en 1967.
¿Una argucia dirigida contra China?
Desde que presentó su propuesta de integración continental, López Obrador destacó que uno de los objetivos era aliviar las tensiones entre China y EE.UU.
De no haber integración continental, aseguraba, Pekín continuaría aumentando su influencia en la economía mundial y, por lo tanto, terminaría desplazando a EE.UU. de cada vez más ramas de producción de bienes y servicios.
De manera paradójica, y tomando en cuenta su intención de reducir las tensiones entre estas dos superpotencias, llama la atención que durante la Cumbre de Líderes de América del Norte el presidente López Obrador llamara a eliminar la importación de mercancías producidas de Asia-Pacífico.
Luego de resaltar los beneficios de la integración comercial con EE.UU. y Canadá, obtenidos a través del T-MEC, López Obrador lamentó que continuaran llegando una gran cantidad de barcos provenientes de Asia-Pacífico a los puertos mexicanos.
“¿No podríamos producir en América lo que consumimos? Claro que sí”, aseveró durante su alocución, frente a la delegación estadounidense encabezada por el presidente Joe Biden.
Lo llamativo de la propuesta del político tabasqueño es que parece no tomar en cuenta que, en la actualidad, una gran cantidad de países latinoamericanos—sobre todo los que se localizan en el Cono Sur—mantienen estrechas relaciones económicas con la región Asia-Pacífico, especialmente con China.
La República Popular China es hoy el principal socio comercial de Brasil y Argentina, la primera y tercera economía de la región respectivamente. En el caso de la Alianza del Pacífico, un esquema de integración del que México forma parte, Pekín es el primer socio comercial de Chile y Perú.
Incluso en Centroamérica, donde EE.UU. tiene una influencia mayor, China ha venido incrementando su protagonismo, logrando convencer a la mayoría de los Gobiernos de esta subregión de retirar su reconocimiento a Taiwán.
A cambio, China les ha ofrecido créditos a bajo costo, financiamiento a diversos proyectos de infraestructura, y la oportunidad de catapultar las relaciones comerciales.
El gigante asiático se ha convertido en un gran inversor en proyectos de infraestructura y recursos naturales (‘commodities’) no solo en Centroamérica, sino también en la región suramericana.
Los préstamos multimillonarios otorgados por los bancos estatales chinos han superado incluso en varios años los montos suministrados por instituciones como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En definitiva, la iniciativa del presidente López Obrador, orientada a eliminar la compra de mercancías producidas en Asia-Pacífico, está dirigida fundamentalmente contra China. De lejos, China es el país asiático con el mayor volumen de exportación hacia América Latina.
La política exterior de México respecto a China dio un viraje a partir de la firma del T-MEC, un pacto comercial negociado por el Gobierno de Peña Nieto y finalmente suscrito por el presidente López Obrador.
El pacto comercial tripartita contiene una cláusula que prohíbe a sus integrantes establecer tratados de libre comercio con terceros países, sin antes contar con el aval de sus socios.
La política exterior de México respecto a China dio un viraje a partir de la firma del T-MEC, un pacto comercial negociado por el Gobierno de Peña Nieto y finalmente suscrito por el presidente López Obrador.
En los círculos empresariales, esta condición fue entendida como una “cláusula anti-China”, dado que impide de facto la firma de un acuerdo comercial entre México y el gigante asiático.
Con todo, la de México y China es una relación bilateral con casi 51 años de historia, un vínculo que se ha vuelto más estrecho y que, de hecho, se ha convertido en una asociación estratégica integral, un estatus que Pekín mantiene únicamente con los países que considera de mayor relevancia.
Ahora, sin embargo, el presidente López Obrador pretende llevar a toda la región hacia el autoabastecimiento. Que el Continente deje de comprar componentes electrónicos, auto partes y otros productos manufacturados en Asia-Pacífico.
La polémica propuesta, hasta el momento, no ha recibido una respuesta formal de parte de los mandatarios de la región, quienes están inmersos en una dinámica muy distinta a la de su homólogo mexicano, nada interesados en cerrarle las puertas al gigante asiático.
No hay eco entre presidentes de la región
A contrapelo de quienes sostienen que la política exterior de México constituye una referencia en la región, hasta el momento la propuesta de López Obrador no ha recibido la menor atención en América Latina.
Desde que la puso sobre la mesa por primera vez, en una reunión de un organismo multilateral (VI Cumbre de la Celac celebrada en Ciudad de México), el proyecto que busca integrar a las economías de todo el Continente no ha merecido mayores comentarios.
Entre los pocos que hicieron alguna mención al respecto estuvo el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien frente a López Obrador cuestionó que la propuesta tomara a la Unión Europea como un ejemplo de integración, y no a iniciativas de otras latitudes, llevadas a cabo por países del Sur global, las de Asia-Pacífico y África, por ejemplo.
Por otro lado, cabe destacar que con el tercer mandato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, los esquemas de integración regional vuelven a estar en la agenda del Cono Sur. Sin embargo, nada plantean sobre una integración en la que participen EE.UU. y Canadá.
El mandatario brasileño busca reactivar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), fortalecer la Celac, ampliar las alianzas del Mercado Común del Sur (Mercosur) y llevar a buen puerto la propuesta de lanzar una divisa regional.
Sobre esta última, López Obrador se pronunció abiertamente en contra. Ajeno a los debates sobre cooperación financiera, el mandatario mexicano rechazó adoptar una moneda común como en la Eurozona cuando, en realidad, el proyecto de la divisa regional propuesto por el presidente Lula da Silva nada tiene que ver con la que circula en el Viejo Continente.
Así las cosas, hasta la fecha todo apunta a que la polémica propuesta de integrar a la denominada Patria Grande ni siquiera será analizada a fondo en un encuentro multilateral donde participen países latinoamericanos. Nadie se la ha tomado en serio. La agenda regional apunta en otro sentido.