Sebastián entró a OnlyFans en junio de 2020, durante la pandemia. Había regresado de Brasil a su natal Popayán en Colombia. Ante el futuro incierto de su carrera profesional como economista, decidió abrirse una cuenta como creador de contenido erótico en la plataforma para generar algo de dinero.
Carlos Daniel, por su parte, comenzó antes. Nativo de Monterrey, México, a finales de 2019, luego de publicar sus contenidos a través de Twitter, decidió abrir una cuenta de OnlyFans junto a su pareja. Antes del gran salto, una productora de pornografía en el Distrito Federal los contactó gracias a su buena acogida con los trinos.
Sebastián y Carlos, son parte del 1.5% de los usuarios de OnlyFans que sostienen económicamente la plataforma: aquellos que crean y comparten contenidos para capturar suscripciones, según las estimaciones del portal Hubite que funciona como motor de búsqueda y genera estadísticas de OnlyFans. Ambos son también parte de otro grupo reducido: solo el 2.6% de quienes suben materiales en OnlyFans son hombres. Para este reportaje buscamos otros perfiles de personas LGBTIQ, pero solo fue posible hablar con ellos dos.
¿Cómo se mueve el dinero?
Para explicar cómo funciona el negocio a los potenciales creadores de contenido, OnlyFans ofrece una calculadora en la que promete entre 99 y 499 dólares por mes a los creadores que reúnan unos 2 mil seguidores (con base en una suscripción mensual de 4.99 dólares). Estos montos no incluyen los ingresos por propinas y mensajes pagados.
Los 499 dólares ofrecidos por OnlyFans se ubican por encima de la mayoría de los salarios mensuales mínimos establecidos para 2021 en varios países de América Latina. Por eso, aunque Sebastián tiene claro que no quiere vivir del contenido erótico, la plataforma le permitió una buena fuente de ingresos durante los primeros meses en los que subió contenido a la misma, porque pronto comprendió que para seguir generando dinero hay que dedicar mayor tiempo a la producción de contenido y publicidad. Es un trabajo.
Sebastián calcula un aproximado y dice que, en promedio, durante los primeros meses ganó unos 2,500 dólares al mes.
De ese total, el 20% (cerca de 500 dólares) se lo quedó Fenix International Limited (la corporación detrás de OnlyFans), que cobra a los creadores este porcentaje por cada transacción que realicen en el sitio web.
Otro porcentaje, que Sebastián estima en unos 200 dólares (poco menos del 10%), se fue en las deducciones que realizan los intermediarios de pago, las pasarelas virtuales que median las transacciones económicas entre consumidores y comercios. Para el caso de los que funcionan en OnlyFans, controlan el tope máximo de retiro y por cada transacción cobran un monto.
En cifras generales, estos porcentajes no son despreciables. Según puede revisarse en la información corporativa más actualizada de OnlyFans, la plataforma tiene previsto realizar pagos anuales por más de 5 mil millones de dólares a sus creadores de contenido. Un monto equivalente a las reservas monetarias internacionales de Bolivia.
Haciendo números, con esa cantidad de depósitos a creadores, los réditos para OnlyFans se situaron sobre los 1.2 mil millones de dólares. Este cálculo coincide con las ganancias netas proyectadas por el newsletter Axios en abril de este año. En la misma lógica, los intermediarios podrían haber recibido alrededor de 600 millones.
“Sebastián calcula un aproximado y dice que, en promedio, durante los primeros meses ganó unos 2,500 dólares al mes”.
Sin embargo, contrario a la promesa con la que OnlyFans se vende a los creadores de contenido, Sebastián asegura que no eres tu propio jefe.
Además de enfrentarte a las peticiones de los clientes (fans), hay toda una cadena de intermediarios cobrando dinero: desde Fenix International Limited, pasando por los monederos o intermediarios de pago tipo Paxum (Canadá) o Skrill (Reino Unido) , los bancos que reciben el dinero en el país de origen de los creadores de contenido y finalmente los gobiernos que han comenzado a cobrar impuestos sobre las ganancias generadas en internet.
Una carrera en OnlyFans
A diferencia de Sebastián, Carlos Daniel sí se dedica, de manera profesional, a la producción de contenidos eróticos para OnlyFans a tiempo completo.
Comenzó su carrera en esta plataforma antes de la llegada de la pandemia. Es decir, antes del boom que tuvo la compañía gracias a las medidas de restricción que se impusieron durante 2020.
Tiene 23 años y asegura que OnlyFans “ahorita sí se ha vuelto casi, casi, mi principal fuente de ingresos”. Su contenido es diverso. En él participan su novio y también otras personas.
“Todo es un juego mercadológico. Tienes que aprender a vender, te tienes que aprender a portar de cierta manera, tienes que subir cierto tipo de videos, te tienes que ver de cierta manera para que la gente te siga consumiendo”, explica.
Carlos Daniel dice que durante los peores meses de la emergencia sanitaria sus ganancias se duplicaron. Su historia en OnlyFans parece ser una de las de éxito.
A excepción de algunos detalles sobre el “tedioso proceso de verificación de identidad”, Carlos Daniel no percibe mayores malestares hacia la plataforma.
Las historias de Sebastián y Carlos muestran dos rostros de una misma plataforma: los que por necesidad deciden tener un paso fugaz por OnlyFans y quienes hacen de la creación de contenido sexualmente explícito su principal oficio. O aquellos que no se sienten tranquilos por las frecuentes filtraciones de contenido versus quienes asumen los riesgos y los contrastan con el rédito económico y “publicitario”. O la de aquellos que consideran que el porcentaje que les cobra OnlyFans es demasiado alto y quienes saben que otros sitios llegan a quedarse con el 60% de las ganancias, como es el caso del popular sitio de contenido para adultos por cámara web, Bongacams,.
Entre ellos parece existir un abismo en el que se debaten temas capitales de la era digital: la propiedad intelectual de los contenidos en la red, la censura y la moderación de contenidos en internet, la protección y uso de datos personales, o los nuevos modelos económicos controlados por plataformas corporativas.
¿A quién le pertenecen los contenidos y cómo se protegen?
Carlos Daniel conoce las condiciones de uso de OnlyFans. No parece molestarle que las producciones que realiza, apenas las cuelga en la plataforma, pasen a ser de propiedad compartida.
La sección 10 de los términos de servicio de OnyFans le otorgan a la compañía una licencia casi irrestricta, mundial y perpetúa sobre cualquier contenido que se publique en su plataforma.
“En sus términos y condiciones dice: el contenido es mío y tuyo”, comenta Carlos Daniel.
Sin embargo, más allá de que OnlyFans pueda usar el material como guste, el creador sí le reclama un mayor cuidado sobre las conocidas filtraciones de contenido que enfrentan.
“Nosotros creamos (contenido) para que no se filtre. (Porque) luego la gente ya lo vio y no lo quiere pagar”, dice y pide “un poquito de cuidado” con esa “exclusividad”.
El caso de Sebastián es diferente. Después de un año en la plataforma, decidió retirarse luego de un episodio en el que sus ganancias desaparecieron y su contenido íntimo quedó revelado a un usuario anónimo, sin que existiera una solución por parte de OnlyFans.
“La persona que me hizo la jugada, no lo culpo, es un ladrón de contenido; se registró con el nombre de N.G. (prefiere evitar mencionarlo en este artículo) y habló conmigo. Me dijo que quería el contenido, pagó la suscripción y luego por el PPV (contenido Pay Per View). No sé qué habrá dicho en el banco o en OnlyFans, algo del tipo ‘se hicieron pasar por mí’ y le devolvieron su dinero. Pero se quedó con mi contenido, ese es el punto. Lo puede reproducir de la manera que quiera. Esta persona se quedó con fotos, contenido íntimo, le devolvieron el dinero y a mí me dejaron una deuda”.
Luego de que su contenido fuera liberado para este suscriptor, Sebastián revisó su saldo en la plataforma y le apareció un negativo de -4,52 dólares, es decir, él asumió las deducciones que OnlyFans realiza por cada transacción. Aquí Sebastián encontró la primera barrera a la hora de hacer reclamaciones en la plataforma, “no tienen nada para la comunidad latina, ni una central de reclamos, todo está en inglés”.
La respuesta que recibió de la plataforma, por medio de una empleada de servicio con el nombre de Sally, fue: “Algunos usuarios reportaron que sus cuentas fueron hackeadas y/o sus tarjetas usadas por estafadores. Investigamos cada uno de los reportes y si la actividad fraudulenta es confirmada, nos vemos forzados a emitir un reembolso para devolver los fondos al propietario real de la tarjeta” (traducción nuestra).
“No tienen nada para la comunidad latina, ni una central de reclamos, todo está en inglés”.
Según los términos de servicio de OnlyFans, los usuarios-fans se comprometen a no realizar “solicitudes injustificadas de reembolso” a los creadores ni a sus proveedores de tarjeta de pago. Sin embargo, no especifica los casos de excepción para dicho trámite. En todo caso, el usuario-fan solo corre el riesgo de que le suspendan o eliminen la cuenta si OnlyFans sospecha de una petición “de mala fe” de este tipo.
El panorama para los usuarios-creadores es opuesto y mucho más específico. Si un fan “busca un reembolso con éxito o una devolución de cargo a su proveedor de tarjeta de crédito”, OnlyFans se toma la atribución de investigar y decidir sobre la deducción de las ganancias del creador. Entre los términos que especifica la plataforma para retener el dinero de los creadores, se encuentra: que las ganancias sean el resultado de una “actividad ilegal” (así esta sea ejecutada por el fan), si el creador ha infringido alguna norma de los Términos de Servicios, y en todo caso la página no se hace responsable por la retención o pérdida de las ganancias del creador. Ninguno de estos era el caso de Sebastián.
Sin embargo, entre los términos que aceptan los creadores al entrar a OnlyFans, se encuentra la Cláusula 13 inciso D de los términos de uso de creadores, que especifica: “Si una vez terminemos nuestra investigación determinamos que se perderán las ganancias del creador, haremos lo posible para devolver los pagos de los Fans que resultaron en las ganancias del creador”.
“Me cerraron el caso. Ya, esa fue la respuesta. Lo primero que pensé es ¿cómo es que nos hackearon? ¿Tarjetas piratas? ¡Son una plataforma de contenido! No importa que fuera erótico o no, que tal le pase a alguien que trabaje en algo de fotografía. No digo que el erótico no cueste, ¡cuesta! Pero como no eres ciudadano de Reino Unido, fin, hay leyes que te regulan, pero no que te defiendan. Y te pueden cobrar impuestos pero no te garantizan la defensa. Y a la persona que le devuelven el dinero, se lo devuelven después del 20%, porque ese 20% se lo sacan solo por el hecho de haber entrado a la aplicación. Seas tú o no, sea una tarjeta pirata o lo que sea. Es tenaz para el consumidor robado, al que de verdad le robaron, y para el creador, respecto al dinero. Pero ellos sí se están apropiando de ese 20%”.
A Sebastián le preocupa que su contenido sea filtrado por este usuario a otras plataformas, sin que para él haya existido una compensación económica. OnlyFans le dejó sólo en su caso, y afirma que el contenido subido a la plataforma no está seguro: “Si tu tomas un pantallazo mientras haces streaming en Netflix, en tu galería la imagen aparece en negro, se desaparece. Si tratas de hacer videocapturas: completamente en negro. En Only no, puedes ir tomando screenshots de todo”.
Vacíos en el diseño y diferencias entre usuarios
Para Sebastián existen una serie de vacíos en el diseño de la plataforma que se prestan a situaciones que ponen en riesgo tanto el dinero como el derecho a la privacidad de los creadores.
En primer lugar, identifica grandes diferencias en el registro fans y creadores: mientras los primeros pueden acceder sólo con una cuenta de Twitter o Google más una tarjeta de crédito; los creadores pasan por un proceso de autenticación en el que revelan desde datos sensibles como el reconocimiento facial (dato biométrico), su pasaporte y su geolocalización exacta.
Es decir, en caso de que quieras denunciar un uso indebido de tu imagen por fuera de OnlyFans, como en el caso de Sebastián, no es tan fácil identificar a tu agresor.
Por su parte, Carlos Daniel cuenta que portales como PornHub o Xvideos sí protegen los contenidos “exclusivos” que se publican en sus plataformas y que incluso consiguen que salgan de circulación si se trata de publicaciones no autorizadas.
Para Amalia Toledo, investigadora independiente y becaria de tecnología, derecho y política de la fundación Wikimedia, “hay unas políticas que (estas plataformas) nos presentan que son enrevesadas, con un lenguaje legal o son demasiado largas y nunca les prestamos atención, o están escritas de forma que dan mucho espacio a la interpretación”.
A esto se le suma que la toma de decisiones sobre la moderación del contenido y los inconvenientes que pueda tener un usuario dentro de las plataformas, suelen recaer sobre trabajadores tercerizados que deben atender un alto volumen de peticiones. Por ejemplo, para el caso de Sebastián, hablamos de “Sally”.
“Ha habido revelaciones de que existen otro tipo de documentos más internos, para una moderación centralizada y que al final también es una moderación súper permisiva”, explica Toledo. “Es ahí donde tienes a gente, a trabajadoras y trabajadores mal pagos, a los que se les exige responder muy rápido a un volumen de contenido muy grande y que puede ser muy perturbador para la salud psicológica y emocional. Personas trabajando en condiciones precarias, no sólo económicas. Esos manuales a veces, cuando se revelan, muestran que son muy distintos a lo que dicen sus políticas, lo que dicen sus discursos, lo que las plataformas presentan en sus narrativas al público”.
Ante la dependencia corporativa, resistencias cooperativas
Las plataformas corporativas han sido ineficaces a la hora de enfrentar las necesidades comunes, exacerbando las desigualdades. En el caso de OnlyFans y la producción de contenido erótico, ofrece una supuesta independencia a riesgo de exponer a los creadores a una inequidad similar a la de lxs trabajadores sexuales en calle. Solo que aquí la explotación, el estigma, la desprotección en derechos y las condiciones desiguales están codificadas. Ya no te regula el proxeneta, sino la corporación y los intermediarios de pago, quienes además tienen control sobre el monto que puedes retirar. Y los gobiernos están lejos de intervenir en las arbitrariedades del trabajo en internet. La lógica es extensiva a otros sectores de la economía como Uber para el transporte, Airbnb para el inmobiliario o Instagram para el publicitario, el diseño y la fotografía.
“Ya no te regula el proxeneta, sino la corporación y los intermediarios de pago, quienes además tienen control sobre el monto que puedes retirar”.
Como explica el activista académico en Cultura y Estudios de Medios Trebor Sholz en su texto Cooperativismo de Plataforma, “hay una masa de cuerpas sin nombre, escondidas tras la pantalla, expuestas a vigilancia laboral, el desplume colectivo, el robo de salarios y el software privativo”. Trebor en su análisis propone un viraje ‘desde abajo’ para dejar de depender de grandes corporaciones que diseñan los sitios que rigen nuestras vidas en internet. “Ya sea que estemos pensando en puestos de trabajo seguros, salarios mínimos, seguridad, cobertura médica o jubilación, ninguno de estos problemas puede abordarse radicalmente sin la reorganización del trabajo, sin cambios estructurales”.
Distintas plataformas de base cooperativa, creadas por grupos organizados de trabajadores, han comenzado a abrir esta puerta. En São Paulo, Brasil, funciona Señoritas Courier, un emprendimiento digital de mujeres y personas disidentes sexuales que entrega domicilio en bicicleta y redistribuye sus ganancias entre su base de trabajadores.
Para el caso del trabajo sexual, Peep.me es una naciente plataforma cooperativa que busca posicionarse como una alternativa más democrática y segura al plantear un modelo de gobernanza que vincule a creadores de contenido para adultos, trabajadores sexuales, expertos tecnológicos y usuarios. Además, busca redistribuir el 10% de su ganancia a las organizaciones que luchan por la descriminalización del trabajo sexual y su deslinde de las formas de explotación; a quienes OnlyFans parecía cerrar sus puertas en agosto de este año. Cabe recordar que Fenix International Limited, la empresa británica matriz de OnlyFans, fue fundada en 2016 por Timothy Stokely (hijo de un banquero). En 2018, Stokely vendió el 75% de su emprendimiento al ucraniano-estadounidense Leonid Radvinsky, el ‘barón del porno’ que según Forbes le imprimió la identidad NSFW (contenido no apto para ver en el trabajo) al portal y cuyo pasado es una entreverada historia de publicidades engañosas, contraseñas pirateadas, spams, pornografía ilegal y uso indebido de imÁgenes. Ambos personajes han optado por un bajo perfil ante los medios de comunicación, pero no hay que ahondar mucho para prever los intereses de dos hombres blancos, ricos y heterosexuales.
Finalmente, como escribe Ixchel García, feminista, lesbiana y activista de la colectiva Luchadoras MX, “las prácticas de las plataformas reflejan sesgos pues cualquier ley o práctica de moderación de contenido que obstaculice el acceso de una persona a la tecnología y los recursos, solo agravará el daño. Es por eso que tenemos que cuestionar y señalar a estas compañías, gobiernos y plataformas. La tecnología no es neutral, es política e impacta en los derechos humanos en una variedad de formas interconectadas, y por eso es importante cuestionarla”.
Información de Vice